El maratón es una prueba llena de magia. Todos y todas corremos la misma carrera pero vivimos nuestra propia historia, no hay dos iguales. Sin embargo la esencia es la misma, la superación. Esta es la mía, la historia de mi segundo maratón o de como corrió La Pinguina Veloz ascendida a sargento el Rock'n'Roll Maratón Madrid.
07:45 Edificio de Correos
Llego nerviosa al punto de encuentro de la quedada tradicional. A decir verdad me enfrento a esta edición más nerviosa que el año pasado pero los nervios se van disipando a medida que voy saludando a tantas caras conocidas. Imposible nombrarlas sin correr el riesgo de olvidarme de alguna. También las hay por conocer...
Javi Pintos que me regala una sonrisa que no le cabe en la cara,
Barroso con su arte andaluz,
Juan (JK) que sin yo saberlo en ese momento será de una ayuda impagable para acabar mi carrera,
Alfonso que me aborda con una entrañable simpatía,
Pancho, con el que tengo oportunidad de intercambiar algunas palabras más que el día anterior en la Feria del Corredor, palabras que por cierto acabaré tragándome en los últimos kilómetros y...me falta uno...me falta...Doy un par de vueltas por allí... estiro el pescuezo... no lo veo... tiene que estar por aquí... sigo sin verlo...
Tras la foto de familia me encuentro con
Celina y con
Tania, no corren el maratón, al igual que
Javi, al que tampoco he visto pero sé que está por aquí, y sin embargo madrugan un domingo frio, muy frio, para apoyarnos con su presencia. Un gesto de gran valor. Celina además me enseña sus pancartas hechas a mano y la pingüina que ha pintado en una de ellas y me deja sin palabras. ¡Cuanta buena gente me ha permitido conocer este deporte!
El reloj avanza y sigo sin ver al que me
falta pero tengo que ir a buscar a mi amigo
Antonio para hacernos la foto con el Equipo Dravet así que me voy de allí con la triste sensación de que han repartido caramelos a la puerta del colegio y a mi no me han dado.
Ya con Antonio vemos a un puñado de gente vestida con la camiseta morada del
Reto Dravet, hay un grupo de chicos que parece una brigada, llevan un estandarte. Ni corta ni perezosa me cuelo entre ellos y busco mi hueco. De pronto oigo una voz:
- Usted si que no va a pasar frio, mi sargento.
- ¿Como?
- Uy, perdona te había confundido con otra persona.
Me rio. Que curioso, el año pasado estaba aquí como recluta (
Con la fuerza de una novata) y en este ya me ascienden a sargento. Disparan la foto y feliz con mis nuevos galones me dirijo al campo de batalla.
8:50 Linea de salida. Km 0-5 (5'41''7km)
Se une David. De nuevo, en otra carrera, a pesar de ser un corredor de nivel y poder hacer un maratón con una gran marca, prefiere acompañarme y correr el mío. Otro bonito gesto que agradecer. Me pregunta por mi aspiración y le digo que me gustaría un 3:50 pero que tengo mis dudas de que sea asequible.
Tengo frio, demasiado. Se que mi alter ego viene de tierras gélidas pero irónicamente a mi me sienta muy mal. A pesar de que la mayoría prefiere estas temperaturas para correr, yo presiento que me va a perjudicar.
Minuto de silencio por las victimas del atentado de Boston y dan la salida. Tras casi 6 minutos de andar, piso la alfombra, conecto el GPS y ya estoy en el frente. Comienza la lucha.
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Corro el primer kilómetro tratando de adelantar gente y coger un buen ritmo. No es fácil Demasiadas personas con distinto paso. Es la consecuencia de juntar tres carreras.
Mis tropas siguen con frío Sobretodo las de abajo. No exagero si digo que las puntas de los dedos de los pies van dormidas. Siento que las pantorrilleras me aprietan demasiado y que la circulación de mis piernas no va como debería, pero trato de no pensarlo y confiar en que no tardaré en entrar en calor.
En el km 2 me quito la sudadera vieja que llevo y David se acerca a uno de los márgenes para tirarla. Subimos la Castellana, Antonio va feliz, se nota que es su primera maratón y me contagia, me ayuda a no centrarme en lo incómoda que voy. Pasamos el Bernabeu y las tropas del 10.000 se alejan entre aplausos. Se abre algo de espacio pero apenas se nota.
Km 5-10 (5'42''/km)
Llego al km 5 en 28:30 y sigo sin entrar en la carrera. Desde el corazón el cabo primero me informa de que ya tengo picos de 170 pulsaciones, la guardia baja sigue avisando de la opresión de las pantorrilleras y desde el centro de evacuación el cabo mayor da la alarma. No tengo más remedio que parar en la misma calle donde paré el año pasado y proceder entre dos coches a la maniobra que los soldados masculinos realizan fácilmente en cualquier esquina perdiendo menos tiempo.
David y Antonio se solidarizan conmigo y con sus vejigas y tras un par de minutos reanudamos la marcha juntos.
Mis tropas tratan de avanzar acelerando el paso y buscando ganar ritmo. David tira de ellas y caen un par de kilómetros a 5'20''. Pero al paso del km 8 veo que hay que cambiar de táctica y objetivo. Ya he peleado en este campo y no puedo perder los galones ganados. Este maratón no es para ir raspando segundos, el menos a más es un ataque suicida. Lo inteligente es mantener el ritmo adecuado y el mío sigue siendo el 5'40''.
- David, el 3:50 se ha escapado. No vamos en tiempo, voy incómoda de piernas y llevo las pulsaciones muy altas. Me conformo con mejorar ligeramente el sub 4 que hice el año pasado.
Llegamos al km 10 en 57:09
Km 10-15 (5'40''/km)
Antonio sigue disfrutando. Llegamos a su barrio y es todo sonrisa. La animación ya se empieza a notar. Cuatro Caminos es la primera fiesta. Sin darme cuenta ya he entrado en carrera, ya no tengo ganas de quitarme las pantorrilleras. Mis tropas vibran y choco manitas de niños y niñas al grito de "¿Dónde están esas manos de campeones?" y bajo Guzman el Bueno aplaudiendo a la gente que nos aplaude y dando las gracias. La calle es algo estrecha y abro una brecha de avance por la acera con David y Antonio. No somos los únicos. Ahora si que me siento a gusto. Y acera abajo me dejo caer cuando oigo a una señora algo de no se que "carpet". Pero continuo, creo que se lo decía a otros. Miro el Gps y veo que ya hemos pasado el km 15 cuando de pronto:
- Eeeeeeh, que os habéis pasado la alfombra!!!!!
- ¡Coooooño! ¡¡¡¡The carpet!!!! Si estaba claro
Media vuelta. Nos toca subir un tramo de la calle para entrar en la calzada y pasar por la "carpet" como buenos soldados en 01:25:09
Km 15-21 (5'37''/km)
Por fin llega la madre de todos los tramos de este maratón: el centro de Madrid. Que caras tan diferentes llevamos en estos kilómetros. Es hora de disfrutar antes de que el paso por la media empiece a borrar nuestras sonrisas. Además llega mi primer chute de animación, mi gente estará al final de la calle Fuencarral. Calle cuya zona peatonal asalto al grito de "¡La calle es nuestra!". Acelero sin que mi caballería se desboque y al fondo los veo, como hace un año, con la misma ilusión y las mismas ganas, gritando como locos subidos a un banco. Es tal el escándalo que montan que toda la calle les mira. ¡Que grandes! ¡Que suerte tengo! Me llevo la buena dosis de energía que me han dado hasta el km 26 donde volveré a verles.
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Continúo por Gran Vía y me siento como si fuera la primera vez que vivo un momento así. Corriendo por el centro de la avenida, con algunas de las fachadas mas bonitas de esta ciudad como testigos. A los lados hay mucha gente, más que el año pasado. Y la animación aumenta en Callao y en Preciados. Los aplausos, las manos levantadas con móviles grabando, los gritos de ánimo. Si alguna ventaja tiene la minoría de mujeres que corremos un maratón es que en seguida se nos localiza entre tanto varón, y las voces de "¡Esa chica, vámos!" se repiten continuamente.
Al paso de Preciados vivo un detalle que me gusta mucho. Veo unas niñas paradas con la mano a medio extender y las animo. Surte efecto y me chocan la manita sonrientes. Según me alejo puedo oir como la madre o quien las acompaña les dice: "¿Habéis visto? ¡Una chica!". ¿Por que me gusta este detalle? Porque sé que la participación femenina en el deporte es minoritaria y no creo que sea cuestión de gusto o preferencias, siempre he creído que es cuestión de educación, concienciación y visibilidad. Semillas como esta, que parecen insignificantes, sumadas unas con otras, estoy convencida que dan sus frutos.
Y dejando a un lado este speech feminista-deportivo que me he marcado, continuo...
La Puerta del Sol y la calle Mayor tampoco se quedan cortas en animación, al contrario. Y una vez el público se va disipando a medida que avanza la calle llega hora de pasar revista a mis tropas. En breve alcanzaremos el km 20. No hay ninguna señal de alarma en cuanto a cansancio y pulsaciones (145-150), todo se mantiene estable, sin duda el ritmo que llevo es el indicado. Pero me informan que ya tenemos alguna baja en la zona de la ingle derecha. El aductor, el puñetero aductor que siempre me trae de cabeza. Se viene quejando desde el km 15 levemente pero ha ido en aumento. Aprovecho que pasa junto a mi una patinadora de asistencia y le pido gel frio. Me da una muestra que me extiendo en la inglé y a seguir.
Llega el Palacio Real, colofón de este tramo turístico. Allí me encuentro con Román (
Gacela de Vallecas), al que creo que adelanto (¿o me adelanto él a mí?). Y después la calle Ferraz con el arco del ecuador de la carrera. Llego a la media en 01:59:06
Km 21-25 (5'38''/km)
Esta parte del recorrido es la más aburrida para mi. Atravesamos el parque del oeste con una gran bajada donde trato de no acelerarme demasiado. Recuerdo aquí que alguién que corrió el año pasado me pidió que le dedicara este kilómetro (para ti
Ciry). Y llego al km 23 donde espera Sole, una amiga que se une a nosotros para ayudarme también con la última parte de la carrera. Aire fresco que me viene muy bien para encarar la avenida de Valladolid. Avenida larga y tediosa en la que la retaguardia me vuelve a informar de daños, al aductor derecho tocado se unen los isquiotibiales. Un corredor que reconozco de la Madrid-Segovia entabla conversación conmigo y me recomienda parar a estirar pero mis planes siguen siendo los mismos, aguantar el ritmo, aguantar las molestias, aguantar y aguantar. Es pronto para una tregua. Y en medio de mi cerrado planteamiento Antonio se acaba quedando atrás, lleva muchas molestias en una rodilla y mi ritmo en esos momentos le perjudica. Se que es un auténtico luchador y no dudo que lo conseguirá. De hecho lo consiguió, un estupendo 4'07'' en su primer maratón.
Glorieta de Principe Pio, gente agolpada a ambos lado, gente y más gente y en medio, la mía. De nuevo los que más gritaban y animaban.
Con sus aplusos llego al km 25 en 02:21:06 dispuesta a entrar a la casa de campo sin miedo pero con respeto.
Km 25-30 (5'38''/km)
En la bajada a Madrid Rio oigo una voz desde el público. Es mi padre que se esta haciendo su propio maratón para seguirme y hacerme fotos. Una sonrisa más y a concentrarse. En los próximos kilómetros solo sirve la concentración para no ser arrastrada por los ritmos que empiezan a decaer alrededor, por los jadeos y algunos lamentos. Y no es fácil. Sin yo quererlo mis tropas se pasan revista solas y me dicen que los cuadriceps van muy cargados, que hay riesgo de más bajas. En la Casa de Campo todo se escucha y mis propios pensamientos salen a la luz.
-Creo que voy a sufrir mucho en esta carrera.
Sole los escucha y me pone en mi sitio.
-No es hora de pensar eso Yolanda. Fuera pensamientos negativos.
Le doy la razón y vuelvo a mi estado de concentración. Cada vez me va costando más mover las piernas pero sigo con el ritmo fijado. Un dos, un dos, un dos...Como un metrónomo. Clavándolo. No me importa si subo o bajo. Ni siquiera me importa el resultado de la suma de mis ritmos. Solo me importa la zancada fija que he pillado.
En medio de mi desfilar vuelvo a encontrarme a Román y juro que esta vez si que no sé si venía de atrás o de delante. Empiezo a pensar que las gacelas se teletransportan. Saludo, me despido y continuo.
De repente caigo en la cuenta de que mi amiga Bea me dijo que estaría en la Casa de Campo para animarme. Lamento que no me dijera en que árbol porque los kilómetros pasan y ni rastro. Tampoco de Javi, que también suponía encontrar.
Llego al km 30 en 02:49:19. Llego algo abatida, con las piernas mucho más cargadas de lo que esperaba, habiendo pedido a todos los patinadores que me encontraba gel frio y sin éxito.
Km 30-35 (5'38''/km)
El mal humor se apodera de mí. David y Sole van charlando. Les oigo que hablan de próximas carreras a las que apuntarse y eso me irrita muchísimo. Me cuesta mandar a mis piernas que mantengan el ritmo y me hablan de correr una carrera de 20 kms con 2000 metros de desnivel. ¡¡¡¡En el km 31 de un maratón!!!! Les suplico que no me hagan tremenda propuesta ahora y como en la Casa de campo todo se escucha, un par de corredores que vienen detrás se unen a mi causa.
David me anima, me dice que no voy tan mal. Sole compara pulsaciones conmigo, yo las llevo más bajas.
Vuelvo a concentrarme, si no me concentro los demonios hacen de las suyas. No puedo hablar, solo mirar al frente. Como un burro con orejeras avanzo y llego a la cuesta que nos saca de allí enseñando colmillos.
-¿Enseñando colmillos? Oh, oh. Está al caer. Y antes de lo esperado.
En el km 32 están de nuevo mis amigos. Retraigo colmillos y sonrío. Es lo mínimo que merecen. También está mi padre. Me regalan sus ánimos y unas cuantas fotos para el recuerdo.
Pasado este punto de apoyo, en el km 33, le veo a lo lejos con su pancarta,
el tio del punto sin retorno. Se ríe. Me dice que ha estado a punto de ir a buscarme a la Casa de Campo, que mis colegas se lo han impedido, que a ver si tengo ovarios de acabar esto, que aquí
empieza el verdadero maratón.
Agrupo a mis tropas y les informo que empieza la batalla de verdad, que lo demás han sido escaramuzas de pacotilla. Que no hemos llegado hasta aquí conservando el ritmo sin arriesgar nada para ir perdiéndolo en los próximos kilómetros. Que aunque digan que pararse a andar no importa, yo quiero acabar esto como lo empecé, corriendo. Llegó la hora de la verdad, la hora justa. Doy la orden de solo correr, SOLO CORRER.
Alcanzo el km 35 en 03:17:17.
Km 35-40 (5'42''/km)
El dolor de los isquiotibiales de ambas piernas ha ido en aumento, al pasar la alfombra del 35 pido un poco de reflex. La sobrecarga de los cuadriceps no tiene remedio y el aductor se que irá a peor con las subidas.
Y vamos con la
primera, la más empinada, doña cuesta de la C/ Segovia, que además se que allí están otros amigos. Acorto el paso, saco el metrónomo y la música del MP 3 se alía conmigo ayudándome a subir a golpe de Swedish House Mafia y su
Greyhound. Pim, pam, pim, pam, pim, pam...ya estoy arriba. Ha dolido menos de lo que esperaba. Veo a Diana y a Dani que me animan y sigo.
Segunda cuesta, el señor Paseo Imperial. Vil paseo, ya te conozco. Largo y suavemente tendido. Solo es cuestión de aguantar. Está ya duele algo más.
Tercera cuesta, otro señor paseo, que ironía, el Paseo de Acacias. Recuerdo que el año pasado subía por aquí pasando calor. Ahora ni frío ni calor. Sole me dice que mire al fondo y fije mi meta en el Museo Reina Sofía. Pero el Reina Sofía no se acerca y siento el dolor del aductor derecho como una guja que se clava en la ingle cada vez que subo la pierna. La canción que sonaba se acaba y el enemigo aprovecha para colarse en mi mente. Pierdo la concentración y recuerdo haberle dicho a Pancho en la quedada que las cuestas de Madrid no eran para tanto. Masco mis palabras y me las trago.
Mi retaguardia vuelve a informarme, hay daños y bajas en las lumbares. Toca encarar la
cuarta cuesta, doña Ronda de Valencia. Sigo mirando el Reina Sofía, ya parece que se acerca. Miro también al pasar, el punto donde quedé con otros amigos. No les veo. Más tarde me informarán que estuvieron y que a mi paso los que estaban delante suyo extendieron una pancarta tapándoles.
Y por fin llego a Atocha sin poder volver a concentrarme. Sole dice que ya está hecho pero mi cabeza ha olvidado la arenga del km 33 y no hace más que decirme que me pare, que para que seguir con este dolor.
Veo a la animación del Reto Dravet con sus globos y me jalean al pasar. Eso ayuda. Y avanzo y veo a Celina que también me anima. Y eso ayuda más. Y antes de girar y entrar en la
quinta cuesta, calle de don Alfonso XII, veo a mi padre, a Montse y a Juana que se arrancan a correr junto a mí los primeros metros. Mi padre incluso me adelanta para sacarme una foto. Y esto también ayuda. Sin darme cuenta la parte dura ha pasado. Queda lo peor.
Km 40-42,195 (5'43''/km)Lo peor de correr con algún dolor (por supuesto no hablo de lesiones graves), no es el dolor en sí, es la resistencia que ofrece tu mente frente a tu decisión de no pararte. La fuerza puede ser tan grande que incluso a la misma puerta del Retiro a falta de 400 metros me hubiera parado. No lo hice y en gran parte se lo debo a quienes me acompañaron, en especial a la liebre que le robe a Barroso.
En el kilómetro 40 oigo una voz por detrás que me nombra. Ni me giro. No puedo. Solo quiero llegar. No se ni como le doy la orden a mis piernas para que sigan y tengo la sensación de que si atiendo otra cosa esa orden se cortara. La voz me adelanta, es Juan (JK) que va acompañado a Barroso. Le veo muy bien enchufado. Me animan para que siga con ellos. Imposible, no puedo acelerar ni una milésima de segundo más. Ni sabiendo que son los dos últimos kilómetros. Me da rabia, no voy cansada pero muscularmente voy bajo mínimos. Creo que ya no me quedan tropas, esta sargento se ha quedado sola con su mente.
Barroso tira, va muy bien, y le digo a Juan que siga con él, pero se queda conmigo. Apenas nos conocemos y que deje a su amigo para acompañarme a mí hasta la meta, animándome, me parece una muestra de extraordinaria generosidad. Por unos momentos olvido hasta lo que me duele.
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Juan detrás con la camiseta del Reto Dravet |
No recuerdo cuando pasamos la puerta de Alcalá, solo recuerdo una calle O'Donell interminable. A Sole a mi izquierda, a David delante tirando de mi y a Juan poniéndose a mi derecha y diciéndome cosas para animarme a no soltar el cuchillo. Recuerdo apretar los dientes. Recuerdo todavía un último pensamiento tentador de pararme. Recuerdo cruzar la puerta del Retiro con ganas de llorar, la meta al fondo, la animación de la gente. Recuerdo no poder apartar la vista del frente pero ver por el rabillo del ojo como Juan se giraba de vez en cuando. Y de pronto, a falta de 50 metros recuerdo sentir una paz especial, la paz que da la certeza de conseguir al fin, algo que ha costado mucho. Una clase de paz que solo he sentido al cruzar la meta de un maratón. Es fugaz, efímera y apenas aparece se esta yendo, pero es intensa, profunda y deja huella para siempre.
La espontaneidad y las muestras de afecto físicamente nunca han sido mi fuerte pero nada más cruzar la meta me invadió tal alegría que le pegué un enorme abrazo a Juan, a Sole y a David. No sé lo que hubiera hecho sin ellos, sé lo que hice teniéndoles a mi lado y se que no habría sido mejor.
Tras la llegada, al rato de deambular entre zombies, volví a encontrarme a Roman (Gacela de Vallcas) con Gonzalo (Gacela de Retiro). No hace falta decir que por supuesto ni idea si estaban ellos allí antes o llegaron después. Estaban y se acabó.
Y antes de salir de aquel campo de concentración, este maratón todavía me deparó una sorpresa más, conocer la cara de spiderman. Esperando en la fila para que me dieran la medalla me reconoció. Soy muy fan de su blog
"La liebre y la Tortuga" y su manera de contar las cosas, sin pelos en la lengua y con humor ácido del bueno. Fue un placer poder saludarle.
El Rock'n'Roll Maratón Madrid 2013 ha dejado muchas cosas que desear en cuanto a organización. Numerosos los fallos que esperemos traten de enmendar en la próxima edición. Confiando en ello, yo me quedo con todo lo bueno que me ha dejado, galones incluidos.